19/1/14

La mente, la cárcel o la libertad del alma

   Supongo que es culpa mía. Sé perfectamente que no debo quedarme un segundo quieta, en silencio, a pararme a pensar en mis problemas. 
   Bueno, en realidad no es que no deba, es que no quiero. Pensar en todo eso que me hace daño significa perder mi sonrisa, significa que las personas a las que quiero se preocupen por mí, y no me gusta.
    Leyendo entradas antiguas, las mías no de hace tanto tiempo, me di cuenta de que en realidad todo sigue como antes. Me sigo preocupando por lo mismo, y llorando por las mismas cosas.
    ¿Ahora? Peor. Creía que diciéndolo me sentiría bien, pero no. 
    No pretendo que me entiendan, no pretendo que se compadezcan, solo quiero que me ayuden. Porque... ¿cómo quieren que sonría y sea feliz si no siento apoyo en lo que me hace vivir?
    Sola, completamente sola en un mundo que no entiendo, con reglas que no conozco y personas que no saben exactamente como soy. Y no las culpo... pero cuando quiero mostrarles la verdad y me la tiran a la cara, solo me puedo preguntar una cosa: "¿acaso querían de verdad conocerme?"
    Esta entrada es incomprendible, lo sé, pero no sé cómo decir lo que siento sin que luego me echen malas miradas, me hagan otra vez daño, me vuelva a sentir sola...
    Es increíble cómo cambian las cosas en tan poco tiempo, como el rencor se transforma en alegría, como el miedo en ilusión, el enfado en dudas, la felicidad en recuerdo, la tristeza en preguntas, lo desconocido en vital...
    Le tengo terror al cambio, es la primera vez que lo admito y así me da aún más miedo
    Solo tengo una cosa más que añadir: lo siento. Siento seguir sin entenderte y sin querer olvidar. Perdón.
Mi foto, mi frase, mi realidad.

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